
¿Cuál es nuestra fortaleza y por qué somos particulares? porque tenemos un Sistema Preventivo y un trabajo y experiencia en Oratorio, que no lo tiene ninguna universidad. Esa es nuestra razón de ser en la sociedad universitaria.
Esa expresión del sacerdote PhD Alejandro Rodríguez, fue el corolario de una disertación corta y precisa, dirigida este jueves 24 de septiembre al Consejo Universitario de la Universidad Salesiana de Bolivia y otros invitados. El tema versó sobre el tema: “Liderazgo Preventivo en la Universidad”.
Doctor en Educación por la Universidad de San Francisco en San Francisco, California; Maestro en Teología y Mundo Contemporáneo por la Universidad Iberoamericana de la Cuidad de México y Licenciado en Filosofía por el Instituto Salesiano de Estudios Superiores, Rodríguez viene trabajando en desarrollo educativo en Berkeley.
“Mi corazón es oratoriano. Hoy existe una enorme preocupación por el tema la identidad de nuestros educadores y se escribió poco en el ámbito salesiano sobre estas cuestiones. Primero hay que ver a esas grandes personalidades del mundo, hay algo en común ellos: tienen cierto nivel de influencia en la sociedad; lo propio pasa en la Iglesia y entre los salesianos hay personas de gran influencia, porque aparte del caso de Ceferino Namuncura, María Mazzarello y Domingo Savio, tenemos gente que ha sido líder”, destacó el disertante vía plataforma, con el apoyo de unas diapositivas.
A partir de esta introducción empezó a plantearse la primera cuestión: ¿cómo cumplir la labor en la Universidad Salesiana y, fundamentalmente, cómo ser influyente? “Cada uno de nosotros tenemos una forma de abordar el tema y habrá que coincidir en la necesidad de buscar a la persona carismática, transaccional, fundamentalmente, alguien que influya en otro”, expresó.
Mencionó que no necesariamente este atributo es para el docente sino para la secretaria y el administrativo, porque se debe buscar ese tipo de personas, con cualidades especiales que busquen el logro de esa meta; para ello tendrá que verse cinco cualidades. “En el fondo hay a) una PASION por educar al honesto ciudadano, al buen cristiano b) la práctica de valores salesianos y eso lo conocemos como INTEGRIDAD c) una pasión apostólica que llamamos COMPASIÓN, porque hay algo que me mueve el otro, algo que viene del corazón d) además, capacidad de establecer conexiones o RELACIONES y e) por último una palabra de Don Bosco, la CONSISTENCIA, formamos hábitos y gente con valores. Si no somos consistentes en lo que ofrecemos, no nos debemos sentir satisfechos”, agregó, sin antes dejar de mencionar que no es lo mismo ejercer el liderazgo en una oficina, que al frente de un aula.
Siguiendo a Aristóteles en el tema de la diferencia específica de la Universidad Salesiana, puntualizó que “es necesario tener un método, la persona que encarna el trabajo formador tiene que tener clara la propuesta, porque encarnamos el método trascendental, de elevar el espíritu de los jóvenes a un contacto superior. Necesitamos dialogar con las corrientes educativas actuales. En los cursos de Salesianidad se insiste mucho en la historia, caminando en diferentes contextos. El riesgo es quedarnos en recetas”.
Sugirió leer a Bob Johansen miembro distinguido y expresidente del Institute for the Future (Instituto para el Futuro) quien sostiene que los “sistemas naturales, comerciales, organizacionales y sociales” están transformándose en un mundo “VICA” que se caracteriza por la “volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad”. Muchos problemas actuales no tienen solución, pero los líderes tienen que decidir cómo lidiar con ellos.
“Es evidente el mundo es volátil, las relaciones son volátiles, lo que parecía sólido no es tal. La incertidumbre la llevamos hoy, no hay certezas, de conexión y certeza de qué viene después. Estamos inmersos en lo volátil, incierto, complejo, ambiguo. Por ello no podemos olvidar el contexto, es probable que el contexto en el que vivamos sea otro”, explicó Rodríguez.
Enseguida sugirió la lectura de Zygmunt Bauman, este polaco sociólogo, filósofo, profesor y ensayista fue conocido especialmente por el concepto de “modernidad líquida”, que desarrolla en su ensayo Modernidad líquida. Sostiene que la sociedad ha evolucionado desde un comportamiento previsible y perdurable, hacia uno muy diferente, caracterizado por la flexibilidad, la fugacidad, lo impredecible. El individuo debe integrarse en la sociedad sin identidad fija, abierto al cambio permanente y acompañado de una marcada sensación de fragilidad e incertidumbre. “Todo toma forma del envase lo que contiene. Los jóvenes se mueven en este ambiente. Hoy a los 25 años los jóvenes no tienen claridad, Estamos en el momento de acompañarlos en esta formación y orientarlos a lo que se dedicará. Hablamos de la generación touch (táctil) o la generación Alfa”, enseñó.
“Necesitamos saber dónde estamos. En el tiempo de Don Bosco, él sabía dónde debía moverse. De su genialidad nace el Oratorio como respuesta concreta. Hoy debemos saber, qué jóvenes nos están llegando vienen a la universidad. Vienen con otra dinámica y hay que saberlo”, complementó.
Finalmente centralizó su exposición en los conceptos vertidos por Bernard Lonergan quien en su aporte a la fundamentación de los derechos humanos, puntualiza que él intentó encontrar una fundamentación de los derechos humanos desde la perspectiva que la universalidad de éstos está cimentada en la naturaleza humana, que es dinámica, operante e histórica. La intencionalidad humana busca la objetividad, desplegando su poder en cuatro niveles: la experiencia, la comprensión, el juicio y la acción. De este dinamismo se desprenden cuatro preceptos: sé atento, sé inteligente, sé razonable y sé responsable. El descubrimiento del valor de estos imperativos fundamenta y salvaguarda los derechos humanos. Su desconocimiento engendra la distorsión del ser humano.
“Lonergan dice que mis decisiones se apoyan en valores. Si soy educador pastor debe haber una intención, avanzar sin dejar nada atrás. No puedo centrarme exclusivamente en mi trabajo, porque hay una persona frente a mí que me interesa en su desarrollo”, precisó el disertante.
“El sé atento, sé inteligente, se razonable, se responsable, se amoroso, respetuoso, debemos tomarlos como unos imperativos en el presente que vivo. El docente tiene que estar atento a todo cuando alguien se enamora del contenido, cuando alguien está irritado y afecta al grupo con su estrés. Ser inteligente implica tener la capacidad de entrar en lo profundo, de saber qué está pasando, luego cribo lo que pasa y me quedo con lo mejor. Es importante educar desde el corazón. Hay que saber utilizar las palabras. Debemos partir de lo positivo que hay en la persona. Busquemos lo mejor de ella. Los jóvenes viven continuamente de la actualización de su software porque buscan una mejor versión tecnológica, nosotros trabajamos igual, buscando la mejor versión de ellos desde la parte humana, desde los valores. El centro de la persona es el lugar desde donde se toman posiciones. Es desde el corazón donde se genera el cambio”, acotó.
A continuación, planteó cuatro condiciones necesarias en esta tarea educativa. “1. Es la benevolencia, es cuestión afectiva, quiero el bien del otro y el bien mío. El segundo elemento es el ser razonable, y es que la razón se maneja con la justicia, racional; por otra parte, no se puede pedir más de lo que se puede dar, esa es la motivación. Finalmente, cómo hacer que el otro sea responsable de sus decisiones, mostrándole el valor de la responsabilidad y eso supone el diálogo”.
Fundamentó su exposición siguiente en la importancia de conocer el contexto en que se vive. Rodríguez habló del contexto mexicano donde las relaciones con el Estado no siempre fueron las más auspiciosas. “Sin embargo, en cualquier contexto, la intencionalidad profunda es la trascendencia, difícilmente acompaño al otro si no muestro esta meta. Si no tenemos esa base, es difícil hacernos entender de lo que hablamos. A nuestro interlocutor le faltará vibrar con la intencionalidad nuestra”.
En el último punto de su exposición, se refirió a generar un ambiente oratoriano, lograr un desarrollo integral. “Don Bosco fue genial en esto y lo logró a través de los sacramentos, porque él conocía al joven en su integridad. Necesitamos a una persona que acompañe a los jóvenes. La clave está en la actitud de acompañar al otro, porque quiero lo mejor del otro. En el Oratorio se debe generar un ambiente de acogida (la casa), que muchos de los jóvenes no lo tienen; el patio como el lugar donde se comparte, donde nos relacionamos con el otro; el aula donde puedo decir estoy contigo para orientarte, y finalmente el encuentro con Dios, esta nuestra espiritualidad”.
Apuntó que la presencia, asistencia y animación son los complementos de lo anterior, a lo que se debe sumar la solidaridad, entendida como actitud, al que no sea parte de nosotros, lo integramos.
Siguiendo al ex Rector Mayor, Egidio Viganó, recordó la expresión: la gracia de la unidad, porque al final se forma un fuerte factor de vida unitario. Al final del día, quedas con una dinámica interior que te está nutriendo, con una energía de salir al otro. “Si logro entender esta dinámica estoy entendiendo nuestro sistema”, dijo.
“Si tus acciones inspiran a otros a soñar, eres un líder preventivo con el arte de educar con el corazón. Donde esté el educador salesiano está el encuentro de familia, el espacio de educar y el encuentro con Dios. Trabajamos y pensamos en red. Nos movemos en parámetros de valor agregado. Necesitamos todos los criterios de calidad”, fueron expresiones agregadas al contenido.
En respuesta a la pregunta de la sala sobre la forma de impartir la catequesis en las aulas universitarias respondió que lo importante es acompañar al joven en los misterios de la fe. Razón, contenido y corazón deben ser los pilares y educar como lo hacían los Padres de la Iglesia, siendo sabios santos y pastores, lo que implica un gran reto.